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Sábado 28 de agosto


Día de desconexión digital. Pero no tan desconexión. Este fin de semana he estado en casa de mis padres, en el pueblo, coincidiendo casualmente con las fiestas locales. No parecía haber mucha gente en la calle, lo cual se agradece frente a años anteriores que era imposible pasar por las calles -¿gracias, Covid?-.


El caso es que quería ver a mis amigos del pueblo así que les escribí uno a uno para ver si se animaban a quedar. Excepto uno, nadie quedó. Una por miedo a la Covid; otro, porque es el novio, pues ya os imaginais; y un tercero me dejó en visto. Entiendo las circunstancias, pero pfff… no sé. Hace mucho que no quedo con ellos.


Con el amigo con el que sí quedé me fue bastante gratificante, porque es, de todos, con el que más me entiendo sobre todo en temas de salud mental. Tuvimos una conversación bastante profunda aunque yo fui el que tomó la mayor parte del tiempo de conversación. Como conclusión, “Ricardo, el lunes pide inmediatamente cita con el loquero y el loquero de las pastillas”. Aunque esté perfectamente y “estable”.


Por otro lado, mis padres me han estado ayudando a montar un carro para seguir llevándome pertenencias mías al piso donde estoy viviendo ahora. Por momentos me sigo sintiendo bastante crío y dependiente, pero agradezco la ayuda que me proporcionan.


Miércoles 25 de agosto


Hoy he empezado el día un poco con poca energía. Después de tantos días soportando las gilipolleces de la gente y de las empresas, hoy no sería menos que no sintiese ni ganas de vivir.


Anoche, la petarda de la vecina del segundo piso llamó 2 veces al timbre de mi casa porque le molestaba el ruido de mi aire acondicionado (cuando ella vive en la otra punta del bloque). Se debe creer la policía del edificio o algo. Y de no ser así, debe estar mal de la cabeza. Yo creo que necesita un buen folleteo o algo así.


<<Es que no hay quien duerma con este ruido>>

<<Esto es ilegal>>

<<Voy a llamar a la policía>>


Y yo completamente desnudo en mi casa escuchando lo que la petarda dice. Pero es gracioso porque llama al timbre de mi casa y se va inmediatamente. O sea, esta persona tiene un problema.


De todos modos, tengo tantas cosas juntas que me hacen sentir que no soy persona. Hasta que me escribe mi chico, José, diciendo lo especial que se siente conmigo, lo mucho que me quiere, que se haya quedado dormido pensando en mí y que por eso haya descansado bien... estas cosas me sacan una sonrisa.


Y aquí estoy ahora, en el ordenador del curro construyendo mi cápsula Gemini y añadiendo poco a poco apartados, subapartados... estoy entretenido. Y encima, sin llamadas de nadie. Menos mal.


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